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29/07/2025 - Edición Nº74

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Discurso del Presidente de la Nación, Javier Milei, en la 137° inauguración de la Exposición de la Rural

27/07/2025 09:37 | Buenos días a todos. Para comenzar, quiero agradecer a las autoridades de la Sociedad Rural y, en especial, a su presidente



DISCURSO DEL PRESIDENTE DE LA NACIÓN, JAVIER MILEI, EN LA 137° INAUGURACIÓN DE LA EXPOSICIÓN DE LA RURAL 26-07-2025 Buenos días a todos. Para comenzar, quiero agradecer a las autoridades de la Sociedad Rural y, en especial, a su presidente, Nicolás Pino, por invitarme una vez más a hablar aquí ante todos ustedes. Es un orgullo para mí estar parado ante esta pista a la que, hace casi un siglo y medio, desfilan los mejores exponentes de nuestra actividad ganadera. Esta institución se volvió referente global y aquí vienen jurados, productores, cabañeros y líderes del sector de todos los países. Tal es así, que nuestra genética es demandada como un bien preciado en todos los países ganaderos del mundo. Pero no solo nuestra genética es valorada en todo el mundo, sino también nuestra carne: nuestras exportaciones vacunas están aumentando sostenidamente y, en 2024, logramos volver a superar las 900.000 toneladas exportadas por primera vez en más de 100 años. Me gustaría felicitar a todos los actores del sector por esta hazaña y también por seguir realizando esta exposición, que representa la esencia de la economía nacional y la acerca a la sociedad civil. Hace exactamente un año me paré ante ustedes con la promesa de comenzar juntos un cambio profundo en nuestra sociedad. En aquel momento alerté que el camino no era fácil, sino que era el camino correcto, y queríamos avanzando a paso firme sin poner en juego la sustentabilidad del progreso. Porque todos —el campo más que nadie— hemos aprendido del pasado que los cambios hechos a las apuradas se borran fácil y, lejos de quedar grabados en piedra, desaparecen como huellas en la arena. En aquel entonces no nos alcanzaban las manos para enumerar los infinitos problemas que inquietaban al campo argentino. Veníamos de muchos años de cepo, múltiples tipos de cambio, inflación descontrolada con su imprevisibilidad económica, tasas ridículas para acceder al financiamiento, trabas burocráticas cada vez más delirantes, aranceles cada vez más asfixiantes para la importación de insumos y maquinaria y, por supuesto, las nefastas y siniestras retenciones. Todas estas problemáticas no surgieron de casualidad ni por arte de magia, sino que fueron el resultado de un plan deliberado de la política y perpetuado por la casta a lo largo del tiempo. La pregunta es: ¿para qué? Para exprimir al sector más pujante del país, terminando por faenar la vaca lechera. Para poner un par de ejemplos: de los 90 años que lleva de vida el Banco Central de la República Argentina, en 70 de ellos hubo cepo cambiario, entorpeciendo el comercio internacional y la posibilidad de ahorro de los argentinos. Y durante más de la mitad de los 20 años restantes, si bien el tipo de cambio estuvo unificado, estaba fijado por ley. Es decir, Argentina llevaba casi 100 años sin conocer la verdadera flotación cambiaria. Esto se hizo para tratar de contener la inflación que el propio Estado había generado al financiar, año tras año, un déficit fiscal gigante con emisión monetaria sin respaldo ni contrapartida de demanda de dinero. Así, empresarios y productores se veían obligados a aumentar constantemente los precios de sus bienes y servicios para mantener sus negocios en pie. Ese régimen inflacionario les venía como anillo al dedo a la casta política para instalar con facilidad su relato antiempresa, en el cual supuestamente los inescrupulosos empresarios especuladores se aprovechaban de las necesidades de la gente. En el caso específico del campo, utilizaban este relato miserable para fomentar el avasallamiento sobre la propiedad privada. Así se normalizó que quienes generaban más riqueza estén sometidos a regímenes tributarios imposibles. Pero también se llegó al extremo de proponer reformas agrarias, incitar a romper silo bolsas e incluso a defender el robo de ganado. Y todas estas injusticias las proclamaron en un bien: supuestamente, la siniestra justicia social. Esta conducta obedece a lo que mi amigo, el escritor Axel Kaiser, denominó parásitos mentales, que podrían definirse como ideas malignas que se instalan en nuestro cerebro y que conducen a la pobreza, alimentándose de nuestras intenciones más nobles. Me parece pertinente detenerme en un parásito mental específico: el de los llamados derechos sociales. Este parásito mental, inherente a la izquierda en todo tiempo y lugar, busca generar expectativas infinitas en las personas, sosteniendo que donde hay una necesidad nace un derecho y que todos los derechos requieren intervención estatal y gasto público. Por ende, impuestos. El problema es que las necesidades son infinitas y los derechos alguien los tiene que pagar. Y los recursos son escasos, son finitos. O sea que, para poder cumplir con semejante disparate, habría que incluir la primera ley de la economía, que es la ley de la escasez. Por esa estupidez de que “con cada necesidad hay un derecho” nos llevó directamente a las puertas del abismo. Este mandato imposible de estar garantizando supuestos derechos infinitos para rectificar cualquier necesidad lleva continuamente a violar la restricción presupuestaria, la cual fue el principal problema que asedió a nuestro país durante siglos. Tapar el déficit con emisión nos llevó a sacarle 13 ceros a nuestra moneda y a destruir cinco signos monetarios. Taparlo con deuda nos llevó a ser el país con mayor cantidad de default en la historia. Taparlos con impuestos no solo nos llevó de ser uno de los países más prósperos del mundo, sino a ser un país que, cuando nosotros llegamos, tenía la inflación viajando a una velocidad del 1,5% diario —que es más del 17.000% anual—, teníamos 57% de pobres y 70% de nuestros jóvenes estaban pobres. En definitiva, nada de esto fue accidental. Dado que, como dije, Thomas Sowell: la primera ley de la economía es la escasez, dado que no hay de todo para todos; mientras que la primera ley de la política es ignorar la primera ley de la economía. Debe ser por eso que hubo que elegir, por primera vez en la historia, a un economista ortodoxo para que arregle este quilombo. No hace falta estudiar en profundidad la historia humana para saber a dónde llevan estas falacias cuando se aplican hasta sus últimas consecuencias. Tan solo miremos lo que ocurrió en la Unión Soviética y en otros lugares donde se implementó la colectivización forzada, condenando a decenas de millones de personas a la muerte por hambruna. En total, terminaron asesinando a 150 millones de seres humanos. Nunca se olviden de eso: a los que conducen estos derechos sociales, como la justicia social y la igualdad de oportunidades, a la guillotina igualadora que termina conduciendo al totalitarismo, a la pobreza y a la hambruna. Volviendo a la cuestión nacional, aún no podemos dar por finalizada la guerra contra el modelo empobrecedor que montó la casta durante tantas décadas, pero sí podemos afirmar que estamos ganando muchas batallas. Esto se traduce en la baja de costos que ha visto, en particular, el sector agropecuario a lo largo del último año y medio. Por enumerar algunos avances: hemos eliminado el cepo cambiario y el Impuesto PAIS, devolviéndole aproximadamente un 30% de rentabilidad al sector; facilitamos la importación de fertilizantes y redujimos aranceles; volvimos a permitir la importación de maquinaria usada, reduciendo su costo hasta un 50%; abrimos el mercado de la vacuna de aftosa y, en la próxima campaña, ya habrá oferta de la misma por la mitad de su valor histórico. Abrimos la exportación de ganado vivo y eliminamos el peso mínimo de faena, dos restricciones abiertamente antiliberales que nunca debieron haber existido. Desregulamos completamente la producción de frutas y hortalizas, sacamos al SENASA de la función de producción: basta de controlar el grosor de la chapa o el alto de la canilla de los baños, basta de que un funcionario público le diga a un productor cuándo cosechar. También eliminamos el RUCA para todos los productores, excepto granos. En términos de financiación del sector, la desregulación en el mercado de warrants ha generado no solo una baja en el costo de warrant del 3,5% al 1%, sino que permite al productor emitir su propio warrant, logrando hacer líquidos sus stocks. También implementamos el pagaré mercancía, un viejo reclamo del sector y que ya está usando, sobre todo para la compra de maquinaria. En este sentido, también estamos desarrollando líneas de créditos en kilos de carne para que el sector pueda recapitalizarse y crecer en cantidad de cabezas sin temor a las variaciones de precios que pueda tener la hacienda. Esto lo hacemos en línea con nuestra promesa de campaña de ir hacia una libre competencia de monedas, para que cada sector pueda proyectar su crecimiento de una forma más previsible. Por otro lado, creo que gran parte de ustedes es consciente del cambio de época que se vive en términos de conectividad. Gracias a que hemos permitido el ingreso de Starlink al país, se puede acceder a internet de máxima calidad en cualquier rincón de la Argentina. Gracias a todo esto, y a la catarata de problemas heredados por el sector, solo queda el yunque más pesado: las retenciones. Por eso quiero aprovechar este día para hacer un anuncio importante sobre este gran flagelo que nunca debió haber existido. Desde hoy, las retenciones a la carne aviar y vacuna se reducirán del 6,75% al 5%; las retenciones al maíz, de 12% a 9,30%; las retenciones al sorgo, de 12% a 9,30%; las retenciones al girasol, de 7,5% y 5% al 5,5% y 4%; y también las retenciones a la soja, del 33% al 26%, y a los subproductos de soja, del 31% al 24,5%. Para tener un orden de magnitudes, esto redunda en una reducción de retenciones líquidas para las cadenas de granos del 20% y una reducción en la cadena de ganado y carnes del 26%, que será permanente. Lo cual busca dar impulso al campo, el sector con mayor productividad de la economía y fuertemente castigado por estos impuestos en los últimos 20 años. Esto incluye también las rebajas transitorias que anunciamos sobre trigo y cebada, que también serán permanentes. Repito, estas reducciones son permanentes y no tendrán vuelta atrás mientras yo esté en el gobierno. Eliminar las retenciones es una obsesión para nuestra gestión y hemos dado muchos avances en esa dirección. Ya eliminamos las retenciones a las economías regionales, al sector lácteo, a la carne porcina y a algunos segmentos de carne vacuna. Además, hemos reducido las mismas para el trigo y la cebada. Pero es muy importante tener presente que todo esto es posible únicamente gracias al superávit fiscal que hemos conseguido, al cual cuidamos como agua en el desierto ante los embates sistemáticos de la casta política. Repito, no hay posibilidad de baja de impuestos sin tener un superávit fiscal sostenido. Este concepto no solo es importante que lo internalice la sociedad, sino principalmente la dirigencia política, que lamentablemente no parece haberse hecho eco del grito de cambio que la sociedad expresó en 2023. ¿Acaso creían que “la motosierra” era un chiste? Sin ir muy lejos, recientemente el partido del Estado propuso en el Congreso de la Nación un conjunto de leyes que intentan llevar a nuestro país a la bancarrota. Hacer efectivas todas estas medidas y sostenerlas en el tiempo implicaría un aumento en la dinámica de la deuda argentina por una cifra cercana a los 350.000 millones de dólares a valor presente. Para tomar dimensión de este disparate, esto representa un aumento del 80% de toda nuestra deuda actual. Miren qué gracioso cuando se hacen los generosos con el bolsillo ajeno. Financiar este atropello de impuestos, la actividad favorita de la casta, implicaría un aumento de la presión fiscal entre dos y tres puntos del PBI. Esto sería el equivalente a cuadruplicar las retenciones respecto a su valor actual y que vuelvan a representar por lo menos dos puntos del PBI. No les debería sorprender que ese dinero salga de un lugar donde, por ejemplo, habita el señor de la 125. En definitiva, ellos quieren ni más ni menos que aniquilar al sector con el pecado capital de no necesitar de sus dádivas. Financiar este gasto vía deuda pública implicaría someter a la juventud a mayores impuestos futuros, lo cual sería una tragedia, considerando que heredamos una pobreza infantil del 70% al inicio de nuestra gestión. Dicho sea de paso, la pobreza, con la gestión de nuestra ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello; nuestro ministro de Economía, Toto Caputo, domando la inflación; y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, manteniendo el orden en las calles, nos ha permitido bajar la pobreza en más de 25 puntos. Hemos sacado de la pobreza a 12 millones de argentinos y hemos sacado de la pobreza a 2 millones y medio de jóvenes, mal que le pese al partido del Estado. En definitiva, las frases lindas, rimbombantes y pomposas que se escuchan venir de la Casa del Congreso no son otra cosa que un tribunero sensiblero, financiado con el bolsillo ajeno. Porque ninguno de los que bregan en favor de este torpedo fiscal siquiera atinó a renunciar o a expresarse en contra de las jubilaciones de privilegio. Financiarlo vía emisión —a lo que los degenerados fiscales recurren cuando no tienen la fuerza para robar de frente— implica volver al sendero de la inflación, que nos ha costado tanto esfuerzo dejar atrás. El impuesto más regresivo de todos, dado que castiga con más fuerza a los más vulnerables. Pero claro, al hacer a los vulnerables dependientes del Estado, y fáciles de captar para votos y seguir hundiendo al país. Por supuesto que, por todas estas razones, y para proteger el superávit fiscal, que es el ancla que nos está llevando al futuro, vamos a vetar estas leyes que lo que buscan es llevar al país a la bancarrota y a la pobreza. En definitiva, a estas aberraciones las llaman “alta política” los mismos que dicen defender a los que ya no pueden esperar, cuando en realidad lo que están haciendo es exterminar a los pobres y a los jóvenes, los sectores más indefensos de nuestra sociedad, que no tienen poder de lobby, ni de voto. Porque no son más que genocidas del futuro, son asesinos de nuestros hijos, nuestros pobres y nuestros indefensos, que con tal de rasquetear un puñado de votos hoy son capaces de condenar a generaciones futuras enteras a la miseria. Hoy vinimos y vivimos en el largo plazo de los que no creyeron en el largo plazo y nos hacemos responsables de la irresponsabilidad fiscal de quienes aún hoy quieren hacer gala. Semejantes burradas económicas solo pueden explicarse cuando notamos que Argentina preforma mal constantemente en exámenes de matemática, y aparentemente la casta y sus amigos no son ajenos a este fenómeno. O puesto en criollo: no suman ni con un ábaco. Por eso dicen que un gasto de 17.000 millones de dólares anuales puede ser financiado con un recorte de gastos de 30 millones en la SIDE, que ahora quieren desfinanciar, pero hasta hace muy poquito querían manejar. Cuando en realidad se necesitaría un recorte 570 veces más grande. Y ni qué hablar de las críticas falsamente fiscalistas a nuestros viajes al exterior, que es innegable que han sido de provecho económico para el país, y que seguramente en pocos días tendremos tremendas, pero tremendas, noticias en el plano internacional gracias a la enorme tarea que lleva a cabo nuestro canciller, el ministro Gerardo Werthein. Y es increíble que los mismos viajes que, curiosamente, son criticados por quienes gastan viajes tras viajes, pagados por los viáticos del Congreso, para fines personales, pasear o políticos, o rosca. Este es el problema central de lo que describe mi amigo Axel Kaiser en su libro Parásitos Mentales: estas ideas que fermentan y crecen en la cabeza de la dirigencia política, como parásitos, inhabilitan cualquier decisión racional sobre cualquier tema, dado que los prejuicios y el dogma se imponen sobre la realidad. Como dato curioso, la palabra “parásito” proviene del griego para, que significa al lado y sitos que significa comida. En la antigua Grecia, los parásitos eran empleados públicos encargados de supervisar las cosechas y la preparación de pan, y luego comían de arriba. En resumen, vivían del esfuerzo ajeno. Así es que podemos afirmar que, cuando nos referimos a la casta, a la alta política, estamos hablando de verdaderos parásitos fiscales en el sentido más profundo de la expresión, y que ustedes lo vienen sufriendo hace muchísimos años, en especial los últimos 20. Nosotros comprendemos y queremos atender la demanda histórica del sector con el tema de las retenciones, pero nunca podemos dejar de lado sus implicancias económicas. Por el contrario, también entendemos que ser extremadamente prudentes en reducirlas es perpetuar un adefesio que nunca debió existir en primera instancia, y ponerle un techo al crecimiento del sector y, en consecuencia, de toda la economía. Creemos que hemos dejado en claro con acciones la dirección en la que queremos dirigirnos. El camino está trazado, lo estamos transitando y lo vamos a lograr. A su vez, de las 8.000 reformas que llevamos a cabo, más de 400 fueron para liberar a este sector, y seguimos acelerando el proceso. Vamos a hacer de la Argentina el país más libre y próspero del mundo. Ustedes, acostumbrados a pensar en generaciones, entienden más que ningún otro sector del país lo que esto significa. Por eso estamos construyendo un país en el que todos los emprendedores tengan un lugar y en el que todas las empresas tengan la oportunidad de desarrollarse, sean del campo o de cualquier otro sector. Hoy lo vemos claramente en cómo el crecimiento en otros sectores, como energía y minería, nos permite sostener el equilibrio fiscal con la baja de retenciones. Ese es el verdadero círculo virtuoso del crecimiento argentino que veremos por los próximos años. Todo lo que ayude a mejorar el superávit ayudará a acelerar la baja de impuestos, que a su vez seguirá potenciando el superávit en el tiempo por el crecimiento natural de la economía. Por eso también entendemos que la baja de retenciones, aparte de beneficiar al campo, potenciará a toda la economía del interior del país de forma más directa o indirecta, le provee de servicios a los productores agrarios. Desde veterinarios y laboratorios, o ingenieros y desarrolladores de semillas, hasta playeros de estaciones de servicio, gomeros, almaceneros, sea un piloto de dron o un constructor de silo, todos se benefician de que la rentabilidad del sector privado se quede en el sector privado, en lugar de ser extirpada por el maldito Estado. Pero también es necesario recordar que en Argentina no existe consenso político alguno respecto al rol del campo: los liberales lo tenemos claro, el resto, no. El partido del Estado cree que ustedes deben subordinarse eternamente a subsidiar a las decrépitas industrias infantes de la casta. Ellos piensan que, como sector, no valen nada, que solo extraen una renta de un activo fijo. Recordemos la fijación que tenía la doblemente condenada y ahora presidiaria, al llamar “yuyo” al producto que había financiado toda su aventura colectivista. Nosotros sabemos que ustedes son el sector que más invierte y que más innova en todo el país, generando casi la totalidad de las divisas netas, y todo eso con el Estado quedándose con una enorme parte de su producción para financiarse. Es por eso que hoy existen dos y solo dos modelos de país posibles: el modelo de la libertad y el de la servidumbre estatal, representada por el partido del Estado. O sea, todos los que no abrazan las ideas de la libertad. Y esto no es una cuestión a medias: o se abrazan, o no se abrazan, porque cualquier camino intermedio también lleva al colectivismo. Nosotros somos los únicos que creemos en el modelo de la libertad, cuyas condiciones son la propiedad privada y el rol del Estado en defenderla y preservarla. Enfrente tenemos a una banda de forajidos, saqueadores de ganado devenidos políticos, que solo saben arrasar con la riqueza que otros generaron con su esfuerzo y previsión, por eso solo dejan miseria a su paso. Y cuando estos personajes no pueden robarle al productor lo que es suyo, prefieren destruirlo. Recordemos que no hace mucho llevaban a romper silo bolsas y llenaban de cuatreros el Congreso. Ellos necesitan negar que alguna vez hayamos sido potencia, porque necesitan negarlos a ustedes, necesitan negar el gran campo argentino, que fue el motor indiscutido de una nación que supo ser un faro de libertad y riqueza en el mundo. Una nación que atrajo a las masas hambrientas de Europa con la promesa de que podían quedarse con el fruto de su trabajo, sin temor a que otros se los robaran. Ellos tomaron el poder político y oprimieron a los verdaderos generadores de riqueza. Y esto lo hicieron ni más ni menos para que la gente piense que es la acción política, a través de la distribución, lo que produce dicha riqueza. Hoy más que nunca sigue vigente el adagio de Sarmiento: civilización o barbarie. La casta está afilando los cuchillos para volver a cortar su tajada. No los dejen sentarse de nuevo en la mesa bajo falsas promesas de civilidad. Sentémonos nosotros a construir un nuevo siglo de oro argentino. Ellos quieren vender que el liberalismo es cipayo y vende patria, como les gusta decir en su delirio sostienen que estamos regalando el país a intereses extranjeros, y ellos, por su parte, han elegido sobreactuar el patriotismo hasta un punto sospechoso, que indica una clara intención de disimular una carencia. La batalla cultural de su lado ha sido clave. El kirchnerismo hizo un trabajo de décadas para identificar patria y Estado, y convencer a la gente de que son exactamente lo mismo. Por eso, en esa cosmovisión delirante, agrandar el Estado es hacer nacionalismo, y la desregulación y reducción de impuestos es un acto de entreguismo y traición. Esta forma de ver las cosas, tan antihumana, vetusta y anacrónica, ha sido el lastre que nos ha mantenido hundidos durante cien años. Si el camino para hacer de un país una potencia fuera agrandar gigantescamente el Estado y sus injerencias, la Unión Soviética seguiría en pie y el comunismo dominaría la tierra. Parece que no tomaron nota de algo que pasó en 1989, el Muro se cayó y aplastó a los zurdos. Nosotros, en cambio, venimos a proponer otra cosa: un verdadero patriotismo que concentra sus esfuerzos en el engrandecimiento de la sociedad y no de la burocracia. Sabemos que el único patriotismo real, sostenible y duradero es el liberalismo, porque es el único que asegura el progreso, la fuerza y la independencia de las naciones y sus ciudadanos, además de ser la ideología que dio a luz a la República Argentina. Porque esa es la verdadera noción de patria: que todos los argentinos puedan progresar y que Argentina se vuelva un país pujante y soberano. No la idea tergiversada que quiso imponer el kirchnerismo, que llamó “nacional y popular” a lo peor de nuestro pueblo: delincuencia, corrupción, vagancia, ventajismo, piquetes y ñoquis. Nosotros somos patriotas, amamos el suelo de nuestra nación, la tierra que vio crecer a nuestros antepasados, la epopeya de nuestros héroes y las instituciones que fundaron los valores y próceres de la generación del ’37, y no aquellos que suspiran a la sombra del tirano restaurador. Entendemos por patria aquello que dijo Alberdi, el padre de la Constitución que nos trajo la década de mayor progreso en nuestra historia: la patria es la libertad, el orden, la riqueza y la civilización organizada en suelo nativo, bajo su insignia y su nombre. De esta manera, estamos convencidos de que bajar la inflación es hacer patria, bajar la pobreza es hacer patria, bajar los impuestos es hacer patria, bajar la inseguridad es hacer patria, comerciar es hacer patria, recuperar el respeto del mundo es hacer patria, revalorizar nuestra moneda es hacer patria, desendeudarse es hacer patria, y parafraseando el lema de esta institución centenaria: cultivar el suelo es hacer patria. Estimados amigos de la Sociedad Rural: Si hay algo que he querido transmitirles durante mi discurso es que tienen un presidente que valora y respeta al sector agropecuario entero, y que está haciendo todo lo que está a su alcance para revertir el latrocinio al que fueron sometidos por culpa de la banda de saqueadores que gobernó el país durante las últimas décadas. Esta baja permanente de retenciones es una prueba de ello, y seguiremos adelante. Sepan que nuestra visión va mucho más allá de simplemente ordenar las cuentas. Si fuera solo eso, mañana vendrían otros a retomar el ciclo de miseria del que estamos saliendo. Nuestro norte es un proyecto de nación a largo plazo, donde el Estado se dedique estrictamente a sus funciones esenciales, y el sector privado —o sea, ustedes, pero también todos los que emprenden, comercian, producen y arriesgan a lo largo y a lo ancho de todo el país— pueda explotar al máximo su capacidad creativa. Vamos hacia un cambio de paradigma donde los viejos vicios de la clase política queden enterrados, y donde pueda volver a florecer la Argentina que supimos ser en nuestra era dorada. Antes, el crecimiento económico le daba recursos a una casta obsesionada en perseguir al sector privado para agrandar sus bolsillos. Ahora, el crecimiento es la herramienta para achicar de forma sustentable el peso del Estado sobre la vida y las actividades lícitas de las personas. Aquí vale la pena mencionar la parasha de esta semana que, curiosamente, toca este tema. En la lectura de Matot Masei la torá relata cómo Moisés, tras oponerse inicialmente, termina por acceder a que las tribus de Gad y Rubén se establecieran en las tierras al este del Jordán, antes de entrar a las tierras de Israel. Pero Moisés accede bajo la condición de que acompañaran al pueblo hebreo en la conquista de la Tierra Prometida, bajo la promesa de que luego podrían regresar a esas tierras. El mensaje que se desprende es que, si bien todos queremos concretar nuestros sueños y podemos sentir la tentación de buscar atajos para obtener resultados rápidos y sin esfuerzo, nunca debemos abandonar el camino hacia la Tierra Prometida. En noviembre de 2023, el pueblo argentino eligió un nuevo gobierno y un nuevo modelo. Nosotros también decidimos dejar atrás el yugo del tirano opresor y encarar nuestro propio éxodo hacia la Tierra Prometida. Durante este proyecto han surgido, surgen y seguirán surgiendo dificultades, que pueden tentarnos a abandonar la lucha y conformarnos con resultados fáciles. Lejos de dejar que estas dificultades nos desanimen, debemos entender que surgen porque estamos en el camino correcto. Debemos continuar dando esta batalla diaria por la libertad, porque solo manteniéndonos en el camino correcto dejaremos atrás décadas de empobrecimiento sistemático y alcanzaremos finalmente la prosperidad. Con esta conquista, madre de todas las conquistas, podremos materializar nuestros sueños y seguir logrando, cada uno, sus propias victorias personales. Por eso, para finalizar, quiero pedirles que no dejen de acompañar este proyecto de país, porque es la única garantía de que no vuelvan a sufrir el horror al que los arrastró la casta política en el último siglo. Además, estoy seguro de que muy pronto ustedes también comenzarán a ver los frutos de este plan, del cual todos ustedes son parte indispensable. Así, en este solemne acto, declaro inaugurada la centésima trigésima séptima Exposición Rural Argentina. Que Dios los bendiga a todos, que las fuerzas del cielo nos acompañen, y ¡Viva la libertad, carajo! ¡Viva la libertad, carajo! ¡Viva la libertad, carajo! Muchas gracias.